Querido miedo, te recibo de vuelta.
Tenias tiempo sin aparecer. Esta vez llegaste, luciendo muy diferente a como te recordaba. Te sentaste, te prendiste un cigarro y me pediste un café. Te veo a los ojos y se nota que no tienes intención de marcharte pronto. Que te quedaras un rato a acompañarme, y que ya he intentado echarte antes y eso nunca funciona. Así que me toca recibirte, hacerte cafecito y permitir que me acompañes.
La realidad es que el miedo llegó y me ha dejado paralizada.
Tanto tiempo y no sé qué hacer con él.
Quiero pintar pero no sé por donde empezar.
Rezar, me ayuda. Escribir, como otra forma de rezar.
Leer me distrae. Dormir me reinicia.
Llorar me limpia. Abrazar me sana.
Mirar al techo y pensar. Tomar café y meditar.
Prender un incienso y quedarme viendo el humo, como si ahi encontraré las respuestas.
Sentarme a ver la luna como una forma de hablar con Dios.
Ya no tengo miedo a decir que lo tengo
Unos momentos me siento tan bien, al cien.
Otros siento como todo se viene abajo y no me puedo ni mover.
Todo cambió tan rápido que sentí como si me quitaron el piso que me sostenía. Como si quitaron los tornillos que me mantenían arriba. Me caí y ahora solo quedan pedazos de mí regados en el suelo. No estoy rota, pero estoy desarmada. Y no hay manuales, ni instrucciones que me expliquen cómo volverme a armar.
Tengo que hacerlo yo solita esta vez. Pieza por pieza. Poner cada parte de mi vida en orden. o al menos intentarlo. Me emociona por un lado, por otro muero de miedo. Dudo si soy capaz. Dudo porque ni siquiera sé por donde empezar.
Dudo, dudo y dudo.
Pero también confío y confío.
El miedo me ha dejado paralizada pero me niego a parar. Es cierto, que hay que sentir para sanar, pero también toca moverse para avanzar. Ya entiendo, el miedo ha llegado para avisarme que es hora de cambiar. Que si algo no te da lo suficiente miedo es porque te esta manteniendo cómoda, y a mi cómoda nunca me ha gustado estar.
Te destruyes o te reconstruyes, todo depende de ti.
Toca empezar de cero y de cero volver a empezar. La mochila que hace un año estaba llena, ahorita en ella solo queda mi libreta. Las estructuras, el amor, y las certezas que hace un año me sostenian, ya no están. Ahora estoy flotando en el aire, con muchos fragmentos de mi esparcidos por el suelo como hojas de otoño danzando en el viento.
Y eso solo significa que ya no tengo nada que me ate, que me pese. Si algún día manifesté ser libre, ahora lo soy. Libre para volar a donde quiera. Para bailar, para llorar, para ser. Para recoger las piezas y hacer de mi vida un nuevo collage. Armarme y ser mi propia obra de arte.
Que no importa si estoy tocando fondo, porque ahora puedo elegir hacia que dirección quiero volar. Parar para recalcular. Seguir adelante. Reconstruirme. Reinventarme. Volverme a dibujar. Esta vez a mi manera, y no a la de nadie mas.
No hay piedra, no hay herida, ni corazón roto tan grande que me mantenga en el suelo por mucho tiempo. Porque sé que siempre vuelvo a levantarme, y con mas fuerzas, y con mas ganas.
Ya no quiero que el miedo me siga paralizando, así que he perdido el miedo a decir que lo tengo.
Tengo miedo a que la vida se convierta en un album de ausencias y recuerdos que quedaron por vivir. Miedo a no haber valorado suficiente lo que tenia cuando lo tenia. Miedo a haber llorado de mas y abrazado de menos. Miedo a agotarme de mi y a estar demasiado tiempo perdida en el caos de mis sentimientos. Miedo a quedarme mucho tiempo paralizada. Miedo a no vivir una vida a mi manera.
Pero al miedo, ya no le tengo miedo.
Porque si muere el miedo, muere el deseo, por eso no quiero vencerlo.
Quiero desnudarlo y usarlo como motor para volar a nuevos lugares y convertirme en una nueva version de mi mucho mas brillante.
Te destruyes o te reconstruyes, indeed.